Liderado por el Centro de Ciencia y Tecnología de Antioquia – CTA, BrioAgro ha instalado dispositivos de monitorización de cultivos y riego inteligente en la zona bananera del norte de Colombia a través de dos fincas de ASBAMA es la Asociación de Bananeros colombianos de los departamentos de Magdalena y La Guajira.
El diario «Opinion Caribe» se ha hecho eco de la noticia de ASBAMA, titulando «Productores bananeros contribuyen con la toma de decisiones climáticamente inteligente»
Dos propiedades vinculadas a la Asociación de Bananeros del Magdalena y La Guajira (ASBAMA) están llevando a cabo un ambicioso proyecto conocido como «Implementación del Sistema de Riego Inteligente para Agricultores de Frutas en Colombia». El núcleo de esta iniciativa radica en la instalación de avanzados dispositivos de medición dentro de sus sistemas de riego, con el propósito de recopilar y analizar datos relevantes que facilitarán la toma de decisiones fundamentadas en condiciones climáticas específicas.
El análisis de las diferentes técnicas empleadas, así como la evaluación exhaustiva de la relación costo-beneficio, proporcionarán resultados que jugarán un papel esencial a la hora de dar soluciones viables y sostenibles para los productores de banano en los departamentos del Magdalena, Cesar y La Guajira.
La gestión de este proyecto está bajo el liderazgo conjunto del Centro de Ciencia y Tecnología de Antioquia (CTA) – Colombia y la empresa BrioAgro Technologies – España. Este enfoque colaborativo refleja un compromiso sólido con la responsabilidad medioambiental, evidenciado por la búsqueda de la reducción de la huella hídrica y el riguroso cumplimiento de las regulaciones ambientales en vigor. El proyecto demuestra la fusión de la innovación tecnológica y los valores ecológicos, con el fin de mejorar tanto la eficiencia de la producción como la sostenibilidad del sector agrícola.
El mercado colombiano del banano es un actor significativo en la industria mundial de la fruta, aunque Ecuador y Filipinas han sido históricamente los principales productores y exportadores de banano. Sin embargo, Colombia ha experimentado un crecimiento constante en la producción y exportación de banano a lo largo de los años, convirtiendo al país en líder del sector.
Colombia tiene ventajas climáticas y geográficas que le permiten tener una producción constante durante todo el año, lo que contribuye a su participación en el mercado internacional. En cuanto a las exportaciones, el banano es uno de los principales productos agrícolas de exportación de Colombia. La fruta se envía principalmente a países de América del Norte y Europa. Los principales mercados de exportación incluyen Estados Unidos, la Unión Europea y algunos países de Asia. Colombia ha trabajado en mejorar la calidad de sus productos, las prácticas agrícolas y la sostenibilidad ambiental para cumplir con los estándares internacionales y satisfacer la demanda de los consumidores.
El meso (o mercado) colombiano del banano es parte de la cadena global de suministro de esta fruta. La producción, el procesamiento y la exportación de banano son esenciales para la economía agrícola del país. El banano es un importante generador de empleo en las regiones productoras de Colombia y contribuye significativamente a los ingresos de los agricultores y al comercio exterior.
Sin embargo, ten en cuenta que la situación económica y las tendencias del mercado pueden cambiar con el tiempo. Te recomiendo consultar fuentes actualizadas, como informes de organizaciones agrícolas y gubernamentales, para obtener la información más reciente sobre el mercado colombiano del banano y su posición en la industria mundial.
Interesante artículo de análisis de las alteraciones que está produciendo el Cambio Climático en 10 alimentos que examinamos.
Las manzanas son menos crujientes, las lechugas más amargas, las uvas más ácidas… El calentamiento global ya está afectando al sabor, la forma y el poder nutricional de las frutas, verduras y legumbres que comemos. Y el proceso no ha hecho más que empezar.
El cambio climático sabe a manzanas más dulces pero mucho menos crujientes. A lechugas más amargas. Incluso a un vino menos ácido y con más alcohol. La temperatura ya ha subido un grado con respecto a la media de la era preindustrial, pero además el cambio climático arrastra cambios bruscos de temperatura, sequías… Sumemos a esto los gases de efecto invernadero y nos encontramos ante un fenómeno complejo que afecta ya a frutas y verduras. Para sobrevivir a estas mudanzas, las plantas pueden reducir su tamaño, retrasar o adelantar la floración, madurar antes sus frutos… El ciclo biológico de muchas especies se está alterando y, por tanto, su calidad.
Las alubias que crecen a una temperatura diurna de 27 grados, y nocturna de 22, son mucho más pequeñas que las que crecen a seis grados menos. Periodos breves de calor provocan que los guisantes aceleren su maduración, lo que, de nuevo, lleva a productos de menor tamaño. La lechuga puede desarrollar una cabeza hinchada y menos densa, al tiempo que muestra síntomas de clorosis (ausencia de clorofila) y un incremento de los compuestos de sabor amargo. Pueden aparecer hojas quemadas, algo que también se observa en el brócoli o el repollo.
Y a menudo no se trata solo de que sean más feos, sino que además pueden ser menos sanos: el tomate que crece a una temperatura demasiado elevada tendrá menos macronutrientes y menos carotenoides, un pigmento antioxidante que ayuda a mantener la presión arterial o a combatir el cáncer.
Algunos estudios apuntan a que la producción de vino puede hacerse inviable en el sur de Europa y desplazarse al norte
Aunque no todo son malas noticias. El estrés térmico, por ejemplo, hace que la lechuga tenga «más lactonas, que son conocidas como ibuprofenos naturales», explica Aurora Díaz, del Instituto Agroalimentario de Aragón. Dan un sabor amargo al vegetal, pero son beneficiosas para la salud. «Desde hace unos años, hemos apostado por variedades menos amargas de verduras y quizá deberíamos replanteárnoslo», reflexiona la investigadora.
Para hacer frente al cambio climático, Díaz propone investigar variedades más resistentes al calor y al estrés hídrico y, también, volver la mirada a las variedades silvestres, supervivientes por naturaleza que podrían esconder muchas claves para adaptar nuestros cultivos a una situación cambiante. «Un efecto que ya estamos viendo es la falta de frío invernal –explica Javier Rodrigo, del Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria (CITA) de Aragón–. Los árboles frutales de zona templada se han adaptado para sobrevivir a las bajas temperaturas del invierno.
Pánico en el campo. Desde el olivo hasta el pistacho, pasando por cereales o verduras, el mapa peninsular de huertas y plantaciones está cambiando y algunos cultivos dejarán de ser viables en determinadas zonas.
Cuando se les cae la hoja, entran en un estado de reposo que les permite aguantar a 20 grados bajo cero. Y necesitan de ese frío para florecer». Ocurre que, con el incremento de la temperatura, tardan más en acumular ese frío que requieren para el correcto desarrollo de la flor. Y, por tanto, el ciclo se retrasa: tardan más en desarrollar la flor. Él lo ha visto en los cerezos que cultiva en su huerto experimental.
Ocurre, además, que hay variedades que no se bastan por sí solas: necesitan de lo que se llama polinización cruzada; es decir, del polen de otra variedad distinta para reproducirse.
Pero ¿qué pasa si reaccionan de manera diversa a los cambios de temperatura? Que ya no florecerán a la vez. «Siempre les decimos a los agricultores que planten variedades compatibles y que coincidan en floración. Ahora lo completamos con un dato: deben tener unas necesidades de frío parecidas».
No solo son más feos, sino que pueden ser menos sanos: el tomate que crece con mucho calor tiene menos nutrientes y sustancias que protegen contra el cáncer
Lo que explica el experto sobre los cerezos podemos llevarlo a otras especies. Desde el olivo hasta el pistacho, pasando por cereales o verduras. El mapa peninsular de huertas y plantaciones está cambiando y algunos cultivos dejarán de ser viables en determinadas zonas. Se está viendo ya con la vid. Las altas temperaturas, unidas a elevadas concentraciones de CO2 en la atmósfera, han alterado el sabor de la uva: más ácida y con más azúcar. Los estudios más pesimistas sostienen que, en unas décadas, las regiones del sur de Europa serán demasiado calurosas para la producción de vino, que se podría ver desplazada hacia el norte.
Otro tanto ocurre con cultivos de secano, como el trigo o el maíz. Un estudio afirma que la producción en el sur de Europa habrá caído a la mitad en 2050. Más allá de esta variación regional, ya se ve un cambio en las características organolépticas de ciertos cultivos. Un estudio evaluó cómo se habían alterado las manzanas Fuji y Tsugaru, dos variedades muy populares en Japón. Observaron que en 40 años habían ganado en dulzura, pero perdido acidez y dureza. Unos cambios que, al producirse paulatinamente, habrían pasado desapercibidos para el consumidor.
«Pero si pudieras probar una manzana recolectada hace 30 años, percibirías la diferencia», asegura Toshihiko Sugiura, el especialista a cargo del experimento. Lo mismo podemos decir de las zanahorias, que han perdido sabor, o de la col, más amarga; la berenjena crece con mayores deformidades, lo que, como mínimo, afecta al valor del producto a la hora de venderlo. A cambio, productos como la batata o el mango podrían ganar protagonismo en regiones donde hasta ahora apenas se cultivaban.
10 ALIMENTOS A EXAMEN
Trigo
• La falta de lluvia y las altas temperaturas registradas a principios de mayo han reducido la cosecha de este año en España. En la India, segundo productor mundial, la situación ya es tan alarmante que el país ha prohibido las exportaciones.
• La escasez de precipitaciones en primavera ha hecho que el cereal crezca menos y las altas temperaturas están reduciendo la concentración de almidón, importante fuente de energía en nuestra dieta.
• A cambio, la mejora genética ha duplicado la productividad del trigo en los últimos 50 años. Ya se está trabajando en variedades resilientes al cambio climático.
Cítricos
• Las altas temperaturas hacen que la planta no complete el ciclo de frío durante el invierno y el fruto pierde consistencia. Se desprende la piel de la pulpa y es más vulnerable.
• La falta de agua, además, provoca acidez y una piel pálida y menos gruesa.
• A cambio, una buena noticia: ante la falta de agua, el fruto puede reaccionar con mayor concentración de sorbitol, un edulcorante natural que favorece el crecimiento de bacterias beneficiosas en el intestino.
Manzana
• El frío es fundamental para los manzanos y los perales. Según la variedad, necesitan entre 500 y 1500 horas de frío. De ello depende el tamaño de la fruta y su firmeza.
• En el norte de Europa, el calentamiento ha adelantado la floración. En el Mediterráneo, las variedades que más frío necesitan muestran una floración incompleta y se pierde el fruto.
• El calentamiento provoca también una pigmentación pobre en la piel y reduce la presencia de antocianinas, responsables del color rojo del fruto y beneficiosas para nuestra salud.
• Una buena noticia: según un estudio realizado el año pasado en Asturias, el incremento de 0,30 grados centígrados por década en la región desde 1978 no ha afectado a los manzanos. Las variedades locales se han podido adaptar.
Uva
• El cambio climático ha acelerado sus ciclos anuales y eso afecta a la composición química de la uva y también al sabor del vino: menor acidez, más alcohol y mayor proliferación de microorganismos y micotoxinas (producidas por hongos).
• La escasez hídrica también tiene como consecuencia que las uvas sean pequeñas y con alta concentración de fenólicos (dan color al vino y afectan a su calidad). Y también que tenga menor concentración de ácidos málicos.
• El resultado es que el cultivo de la vid ya se está desplazando al norte o a plantaciones más elevadas.
• No todo son malas noticias. Las altas temperaturas y la falta de agua provocan que el fruto acumule antocianinas, que actúan como antioxidantes y protegen a la uva del calor.
Tomate
• La producción global de tomate se ha triplicado en las últimas cuatro décadas. Pero en Europa está disminuyendo. En países como Reino Unido ha habido periodos de escasez (y precios por las nubes). Así que los científicos están diseñando variedades resistentes al calor.
• El problema es que las altas temperaturas, aquellas superiores a 35 grados, disminuyen la viabilidad del polen y reducen la floración. Eso se traduce en un menor rendimiento de los cultivos y un color menos intenso.
• El área mediterránea sigue siendo óptima para el crecimiento del tomate. No ocurre lo mismo con el norte de África, salvo la franja costera.
• El ambiente seco y las altas temperaturas provocan plagas. En Mallorca llevan años sufriendo la invasión de la oruga del tomate, Manduca quinquemaculata.
Lechuga
• Cuando la temperatura supera los 30 grados, se producen quemaduras o necrosis en los extremos de las hojas. Por eso, ya se observa en España un desplazamiento de los cultivos hacia el norte.
• La lechuga también necesita cambios notables entre la temperatura diurna y nocturna. Si no, desarrolla clorosis (es decir, ausencia de coloración verde por carencia de clorofila) y acumulación de compuestos de sabor amargo… que a menudo son saludables.
• Al tener raíces pequeñas, es muy vulnerable a la falta de agua. Para combatirla, la planta desarrolla compuestos saludables como los polifenoles.
• Se está trabajando ya en la edición génica de lechugas. En la actualidad se usan semillas que permiten completar ciclos cortos de cultivo de lechugas: listas en 30 días.
Zanahoria
• Esta hortaliza necesita agua en abundancia. Así que en años de escasas precipitaciones tiene menos sabor y una textura menos crujiente.
• Las temperaturas elevadas hacen que sean menos dulces. Y un exceso de agua como el que pueden provocar lluvias torrenciales lleva a la aparición de grietas.
Melocotón
• Como el resto de árboles de hoja perenne, necesita una buena dosis de frío en la fase invernal de reposo. En regiones como el sur de Estados Unidos ya se está viendo amenazado su desarrollo. También en España, Italia o Francia.
• La falta de agua aumenta la concentración de compuestos bioactivos y de glucosa y fructosa, lo que se traduce en melocotones más dulces. Pero también en frutos más pequeños y ciclos de maduración alterados.
• Una elevada exposición al CO2 aumenta la concentración de sucrosa, lactona y norisoprenoides en el fruto: todos estos compuestos contribuyen a un sabor agradable.
Kiwi
• El año pasado, la producción de kiwi en Europa fue de 700.000 toneladas: un 3 por ciento menos que en 2020. Desde 2015 se ha perdido un 15 por ciento de producción. ¿Motivo? Heladas primaverales y la enfermedad llamada ‘moria del kiwi’ en Italia, principal productor europeo.
• Las altas temperaturas veraniegas también han afectado a su producción. Provocan un deterioro de las raíces y se traducen en plantas más grandes, pero con menos frutos. Y menos flores en la temporada siguiente.
• Es una planta muy sensible al estrés hídrico, que provoca una menor concentración de sodio, que regula la concentración de líquidos en la planta (y en nuestro organismo).
Aceituna
• El aumento de temperatura acelera los ciclos, lo que obliga a una cosecha temprana, con un nivel de madurez más bajo. Y una aceituna de peor calidad y de menor tamaño.
• El olivo es muy tolerante a la falta de agua. Da lugar, incluso, a un aceite de mejor calidad siempre que el estrés hídrico no sea excesivo, lo que conduce a un aceite más amargo y con menor contenido en ácido oleico y aromas.
• Las altas temperaturas en verano, momento en que se desarrolla el fruto, provocan una reducción de proteínas en la aceituna.
• La viabilidad del olivar depende mucho de su variedad. La hojiblanca, la manzanilla, la picual o la nevadillo están ya amenazadas en Andalucía debido a la ausencia de horas de frío en invierno y a la falta de precipitaciones en verano.
Sandía
• Es originaria del desierto de Kalahari (donde crece todavía de manera silvestre) y estaba ya presente en el Antiguo Egipto. Esto da muestra de su resistencia al calor. De hecho, las altas temperaturas refuerzan su sabor dulce.
• Pese a su elevado contenido de agua, siguen siendo apuesta segura en climas áridos y semiáridos, como Marruecos.
• En los últimos lustros se han sustituido múltiples variedades locales por otras genéticamente modificadas al gusto del consumidor: más pequeñas, dulces y sin semillas. Pero menos adaptadas a las condiciones climáticas presentes y futuras.
La revista española Emprendedores acaba de publicar (22 ABR 2021) un reportaje especial, titulado: «BrioAgro, la empresa que se lo pone fácil y barato a los agricultores«. Es un artículo donde la Revista y el Grupo Cooperativo Cajamar quieren poner en valor la innovación agroalimentaria seleccionando proyectos españoles con mucho potencial en esa dirección.
Han desarrollado un algoritmo de calibración de humedad del suelo que permite saber cuándo, cuánto y dónde hay que regar. Los datos necesarios los obtienen utilizando tecnología de sensores que distribuyen en suelo y captando, además, información satelital y meteorológica localizada. Estas tres fuentes de información permiten monitorizar las principales variables en las que el agricultor puede intervenir para mejorar sus cultivos y predecir de manera muy precisa el momento y la cantidad del riego.
Otra cosa buena que tienen es que no solo te lo dicen, sino que también lo hacen porque ofrecen la posibilidad de conectar la finca o el terreno deseado con la plataforma y activar en remoto el riego inteligente. Así es como en BrioAgro Technologies cierran el círculo y logran un servicio integral que facilita la vida a los agricultores a la vez que mejora la eficacia de su actividad.
El sistema consigue, también, importantes ahorros en consumo de agua, electricidad, fertilizantes y mano de obra. Dependiendo del tipo de cultivo y del terreno, el ahorro en agua oscila entre el 20% y el 50%. Sin embargo, este porcentaje podría ir en aumento con el uso continuado de la tecnología de BrioAgro al mejorar la salud del terreno, conforme se van desechando viejas prácticas.
“Decimos que nuestra tecnología es disruptiva porque lo es, porque supone un cambio de paradigma real en la forma de trabajar el campo a como se viene haciendo desde hace muchos años”, declara José Luis Bustos Jiménez, CEO de BrioAgro.
Romper las barreras de entrada
No obstante, Bustos sabe que hablar de tecnología, big data e Inteligencia Artificial a los agricultores y convencerles de un cambio de hábito resulta complicado. Por eso, la estrategia que han elegido para difundir las bondades de BrioAgro es la de evangelizar mostrando.
“Comenzamos vendiendo la solución. Era nuestra forma de aprender vendiendo y poder implementar la tecnología. Ahora que la tenemos madura, hemos cambiado la táctica y, en lugar de vender, lo que hacemos es alquilar los equipos. Pueden hacerlo de forma progresiva y sin compromiso de permanencia. Es la mejor forma de superar las barreras de entrada, cuando les dices: Mira, no te lo voy a contar, lo vas a ver tú, empiezan con una campaña determinada y, conforme ganan confianza con la tecnología y comparan los resultados, piden más. Con el alquiler permitimos que hagan un test de contraste entre el terreno que aplica nuestra tecnología y el que no. La medición se hace en el mismo año porque las condiciones meteorológicas pueden variar mucho de un año a otro. Transcurrido un mes, el agricultor hace su propia comparativa y extrae resultados sin necesidad de contarle nada”, asegura Bustos.
Los datos parecen dar la razón al CEO de BrioAgro. De las 300 instalaciones que aplican ya la solución –alrededor de 180 clientes– desde que salieron al mercado, solo 3 han decidido no continuar. Para hacerse una idea del coste, el precio medio de alquiler para un riego básico es de 135 euros al mes durante el primer año. Luego se va abaratando, si el cliente se fideliza. Con esta baja inversión se consigue un aumento de calidad y productividad de las cosechas y se reduce el impacto medioambiental. “Al fin y al cabo, procedemos del mundo de la agricultura y del mercado y sabemos lo que necesitan”, añade.
BrioAgro como empresa
Los socios fundadores de Brioagro son José Luis Bustos, Antonio Santos y Fran Guillén. La empresa, con un equipo de 7 personas, tiene el domicilio social en Tudela (Navarra) tras su paso por la aceleradora de innovación agroalimentaria de Orizont. Desde aquí desarrollan tanto el hardware como el software.
BrioAgro se constituye en septiembre de 2015. El germen hay que buscarlo en la plaga del picudo rojo, un insecto que estaba acabando con las palmeras de toda España hace unos años. Entonces, idearon un primer prototipo a base de sensores que identificaba la presencia del insecto mediante señales sonoras. Funcionó. Combatida la plaga, tuvieron que pivotar, trasladando y adaptando esta tecnología inicial a lo que hoy es BrioAgro Technologies.
La empresa ha cosechado numerosos premios. Por citar los más recientes, en septiembre de 2020 recibieron el galardón del InnoWise Challenge Lab en España con el que el consorcio europeo EIT Food buscaba soluciones para acabar con la escasez de agua en el sur de Europa. Meses antes se habían alzado también con el premio del Foro Mundial de Inversión de Business Angels (WBAF). “Fuimos a ver qué pasaba y nos llevamos el premio”, recuerda Bustos.
La alianza estratégica con Cajamar
El dinero invertido hasta la fecha ronda los 825.000 euros procedentes, en su mayoría, del I+D+i de subvenciones, premios, inversores particulares y recursos propios. También el Gobierno de Navarra, a través de Sodena, participa del 9% del capital.
Especial afecto expresa Bustos en el capítulo financiero cuando habla de la relación de la empresa con Cajamar Caja Rural. “Desde el principio, hemos sido clientes suyos y seguimos siéndolo aquí, en la sucursal que tiene Cajamar en el Paseo de Pamplona de Tudela. Lo hacemos con una visión estratégica y sectorial porque sabemos que son los que mejor entienden y más protegen a los agricultores”.
“Pero también lo hacemos para nutrirnos de su ecosistema de innovación y conocimiento. Considero que la Fundación Cajamar es una maravilla, donde he tenido oportunidad de asistir a conferencias magistrarles y muy vanguardistas en lo que atañe al sector. Es un punto de encuentro ideal para intercambiar conocimiento y generar sinergias entre los distintos actores. También la Estación Experimental Cajamar de Las Palmerillas se ha convertido, en mi opinión, en el centro tecnológico de referencia para la agricultura en general y para la intensiva mediterránea en particular”
La última referencia que hace Bustos de Cajamar corresponde a su incubadora/aceleradora, Cajamar Innova, donde buscan soluciones de alta tecnología del agua. Amplían así su impacto social de cara a un futuro más sostenible sin desatender por ello a su core. “Entenderás que el proyecto está muy alineado a lo que nosotros hacemos, por eso hemos aplicado”, dice.
“O lo petamos o cerramos”
Durante estos años, en BrioAgro se han regido por el bootstrapping, es decir, “estirando mucho los pocos recursos, ajustando los presupuestos y cobrando el equivalente al salario mínimo interprofesional”.
El conocimiento adquirido les ha permitido seguir avanzando a través de la Inteligencia Artificial y dar respuesta a problemas específicos como, por ejemplo, determinar la fecha óptima para la recolección de la lechuga, en colaboración con la compañía Florette. Algo similar están haciendo con la aceituna para aceite de oliva.
Asimismo, como empresa especializada en riego inteligente, han adaptado la solución a la vertical de parques y jardines, abriendo así una segunda linea de negocio que se enmarca en las smart cities. También aquí han podido demostrar ahorros notables en ciudades como Sevilla, Pamplona o Badajoz.
Los ingresos actuales de BrioAgro proceden en un 80% de los alquileres de los equipos y el resto son ventas. El 2020 tampoco fue un buen año para ellos. Esperaban empezar a dar beneficios y no lo consiguieron. No obstante, supieron aprovechar el parón ocasionado por el Covid para implementar la tecnología y hacerla compatible en otros países, lo que les abre la puerta al 90% del mercado mundial.
“Ahora que tenemos la tecnología madura y un conocimiento profundo de 40 cultivos diferentes, ha llegado la hora de alzar el vuelo. Queremos superar el millón de facturación en 2022 y abrir mercados fuera, empezando por Latinoamérica –México– y el sur de Estados Unidos. Para que esto tenga sentido, el crecimiento tiene que ser exponencial. Eso lo tenemos claro así que, o lo petamos o cerramos, y para conseguir lo primero estamos trabajando a lo bestia”.
Articulo basado en el publicado en El Magazine de opinión Project Syndicate bajo el título Agriculture After the Pandemic
BrioAgro es una empresa que desde su creación ha trabajado por ayudar a la agricultura en lo que mejor sabe hacer: Riego Inteligente, que no es otra cosa que automatizar el riego de las fincas agrícolas usando sistema de información inteligentes para aportar agua y fertilizantes justo cuando se necesita. Una vez que instalado el sistema hay una reducción significativa de muchos costes, entre ellos las de horas de trabajo dedicadas al riego, porque, en mayoría de los casos, sólo hay que supervisar.
Es por ello, que muchos de los agricultores usuarios de BrioAgro, están adoptando paulatinamente nuestros sistemas completos que les permiten mucha más información, gestión y control del riego, a la vez que optimizan las horas de trabajo de sus técnicos de campo
brioagro.com
Siguiendo con el artículo, La pandemia de COVID‑19 obliga a los países a cerrar sus fronteras, y esto supone enormes desafíos para sus sectores agrícolas. Incluso en países con poca probabilidad de padecer inseguridad alimentaria (como los de Europa y Norteamérica) los establecimientos agrícolas enfrentan importantes faltantes de mano de obra, que se deben a las nuevas barreras que impiden el ingreso de trabajadores de bajo costo. Y es probable que el impacto de la menor oferta de trabajadores aliente cambios permanentes en el sector cuando la pandemia termine.
Los riesgos inherentes a la dependencia de trabajadores estacionales extranjeros ya se materializaron en varios países europeos, entre ellos Francia, Alemania, Italia y Países Bajos, que dependen de mano de obra del este de Europa. Esta temporada esos trabajadores no van a venir, por la combinación de cierres de frontera, temor a la enfermedad y cuarentena, y muchas cosechas del oeste de Europa van a echarse a perder en los campos.
En partes de Estados Unidos, el temor a la escasez de mano de obra agrícola ya estaba en aumento antes de la crisis de la COVID‑19. Como los estadounidenses no quieren trabajar en los campos, los agricultores dependen en gran medida de trabajadores estacionales migrantes procedentes de México. Los participantes del programa de visa H‑2A (que se aplica a las personas contratadas para cubrir puestos de trabajo en el sector agrícola por menos de un año) comprenden el 10% del total de trabajadores agrícolas en Estados Unidos.
Pero el costo y la complejidad del programa H‑2A siempre fueron una barrera importante para los trabajadores migrantes, y la pandemia de COVID‑19 ha agravado ese problema. Pese a que se autorizó a los consulados estadounidenses a extender a más solicitantes (tanto nuevos como reingresantes) la exención de la entrevista de visado, la tramitación de visas H‑2A está considerablemente frenada. Si a esto se suman las nuevas cargas sanitarias y de seguridad para los empleadores (que deben respetar los protocolos de distanciamiento social no sólo en el lugar de trabajo, sino también en la provisión de vivienda y transporte a los trabajadores con visa H‑2A), es de prever una considerable disminución de la productividad agrícola.
Después de esta experiencia, difícilmente los agricultores quieran volver a trabajar como antes; en vez de eso, es probable que en un intento de mitigar los riesgos de depender de mano de obra estacional extranjera muchos apelen a aumentar la automatización de sus actividades.
Es verdad que la automatización demanda una considerable inversión inicial, y algunas tareas (por ejemplo, la cosecha de frutas y vegetales) son más difíciles de automatizar que otras. Pero tecnologías tales como drones, tractores autónomos y robots para siembra y cosecha implican una enorme reducción de la dependencia de mano de obra migrante en agricultura.
Si los grandes productores agrícolas en economías avanzadas toman este camino, es posible que sus homólogos en los países en desarrollo los sigan, incluso en lugares donde no hay escasez de mano de obra. Por ejemplo, Sudáfrica cuenta con abundante oferta de trabajadores no cualificados y a menudo desempleados que son aptos para el trabajo agrícola. (Lo que sí enfrenta es escasez de mano de obra cualificada.)
Como toda la cadena de suministro de alimentos se clasificó como «esencial» durante la cuarentena por la COVID‑19, las actividades agrícolas han seguido sin interrupciones. Incluso antes de esta crisis, el Plan Nacional de Desarrollo 2012 (NDP) de Sudáfrica había fijado la meta de sumar alrededor de un millón de puestos de trabajo en agricultura y procesamiento de productos agrícolas de aquí a 2030, incluido en esto el fomento de subsectores con uso intensivo de mano de obra y un incremento de la superficie agrícola.
Hasta ahora, esta iniciativa llevó a la expansión del cultivo de cítricos, nuez de macadamia, manzanas, uva de mesa, aguacates y soja. La cantidad de empleos en agricultura primaria creció de 718 000 en el último trimestre de 2012 a 885 000 en el último trimestre de 2019, esto es, un incremento del 23%.
Después de la pandemia es probable que se acelere la adopción tecnológica, no por las condiciones en los mercados locales, sino por la necesidad de competir en los mercados globales con productores de países avanzados que adopten la automatización. De hecho, el NDP también apunta a aumentar la inversión agrícola en irrigación, mejorar la productividad y expandir los mercados para las exportaciones, objetivos todos ellos que pueden alentar, e incluso exigir, una mayor automatización.
Lo mismo vale para el incremento de la superficie agrícola. Sudáfrica tiene espacio de sobra para hacerlo, especialmente en las antiguas «tierras natales» (homelands) y en las ineficientes granjas de la reforma agraria. Según un estudio realizado en 2015 por el McKinsey Global Institute, las provincias de KwaZulu‑Natal, Cabo Oriental y Limpopo tienen en conjunto entre 1,6 y 1,8 millones de hectáreas de tierra arable subutilizada. Es posible incorporar la automatización al proceso de desarrollar estas tierras para la agricultura.
Más en general, durante la fase de recuperación después de la COVID‑19, las autoridades y los productores en todos los países con agricultura a gran escala tendrán que prestar mucha atención a las tendencias en automatización. En cuanto a los trabajadores, si bien en países como Sudáfrica es probable que siga habiendo una gran disponibilidad de puestos de trabajo en agricultura, aquellos que dependan de trabajos estacionales en las economías avanzadas deben prepararse para un futuro más incierto.
Quienes ponen en duda el cambio climático hoy tienen un nuevo argumento en contra. Por trigésimo octavo año el verano es más caluroso de lo esperado
La temperatura media mundial en agosto ha sido la más alta para este mes, desde que comenzaron los registros en 1880, ha sido el agosto consecutivo número 38 con una temperatura global por encima del promedio del siglo 20. La última medición por debajo de la media se produjo en 1976.
La temperatura media combinada en superficies terrestres y oceánicas globales de agosto 2014 fue el registro más alto para el mes, con 16.35 grados celsius, 0,75 por encima del promedio del siglo 20, fijado en 15.6 grados celsius. El margen de error es +/- 0,12 grados. Esta temperatura supera el récord anterior establecido en 1998 por 0,04 grados. Incluyendo agosto, tres de los últimos cuatro meses tenían altas temperaturas mundiales récord para sus respectivos meses; la excepción fue julio de 2014, que ocupó el cuarto lugar más alto para el mes.
La temperatura global en tierra firme de agosto fue la segunda más alta para agosto de la historia, sólo por detrás de 1998, en 0,99 grados, por encima del promedio del siglo 20 de 13.8 grados. Las temperaturas medias más altas fueron evidentes en la mayor parte de la superficie terrestre del planeta, a excepción de algunas partes de Europa occidental, el norte de Siberia, partes de Asia oriental y gran parte del centro norte de Australia.
En cuanto a los océanos, la temperatura global superficial del mar de agosto fue de 0,65 grados por encima del promedio del siglo 20 de 16.4 grados, la más alta registrada en agosto. Esta desviación de la media no sólo bate el récord anterior establecido en agosto de 2005 por 0,08 grados, sino que también supera el anterior récord establecido hace sólo dos meses, en junio de 2014 en 0,03 grados.
La calidez record se observó en gran parte del Pacífico ecuatorial central y occidental, junto con secciones dispersas a través del Pacífico y las regiones del Océano Índico occidental, particularmente notable en las aguas al este de Madagascar oriental.
HIELO EN LOS POLOS
En cuanto a los polos, la extensión media del hielo marino en el Ártico para agosto fue de 3,86 millones de kilómetros cuadrados, un 13.9 por ciento por debajo de la media de 1981 a 2010 y la séptima menor medida agosto desde que comenzaron los registros en 1979, pero la mayor desde 2009.
La extensión del hielo del mar era inferior a la media en la mayor parte del Ártico, excepto el Mar de Barents. A finales de agosto, la Ruta del Mar del Norte estaba abierta, pero el hielo seguía bloqueando el paso del noroeste.
En el polo opuesto, la extensión del hielo marino de la Antártida para agosto fue de 11,9 millones de kilómetros cuadrados, un 6,0 por ciento por encima de la media de 1981-2010. Esta fue la mayor medida para agosto de hielo marino en la Antártida desde que comenzaron los registros en 1979. Los últimos cinco meses han tenido record gran extensión del hielo marino en la Antártida.
La lucha contra el cambio climático es una cuestión que no afecta a todos. Gracias a que 238.000 consumidores y consumidoras como tú habéis alzado vuestra voz, la empresa de cereales Kellogg´s ha anunciado que va a dar un gran paso para abordar el cambio climático. (más…)
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